La vieja élite es sometida a principios del porfiriato.


En 1876, Porfirio Díaz proclamó el Plan de Tuxtepec y derrocó al presidente Lerdo de Tejada. Al poco tiempo, comenzó el complicado trabajo de reconciliación con las facciones políticas no simpatizantes a su causa. Los liberales de diversas facciones (juaristas, lerdistas, iglesistas) fueron asimilados al sistema de poder del porfiriato, algo similar paso con los conservadores, como con quienes apoyaron en su momento al Segundo Imperio de Maximiliano de Habsburgo (González, 2000: 667). Sus compañeros de armas tuvieron que ceder espacio en el poder, esta política de reconciliación resultó fundamental, al llevar a buena parte de los posibles opositores a las riendas del sistema.  
A pesar de los esfuerzos de pacificación, los primeros años del régimen porfirista resultaron complicados, por el constante desafío de algunos elementos de la élite. Las décadas pasadas de inestabilidad política hacían pensar que en cualquier momento se podía desmoronar el gobierno federal, por lo cual, las diversas fuerzas estaban dispuestas a localizarse en primera fila para el reparto del poder, lo cual no aconteció.
Algunos liberales de la vieja guardia que acompañaron y apoyaron hasta la muerte a Benito Juárez sintieron que Porfirio Díaz traicionó a la Constitución de 1857. Los insultaba la falta de libertades políticas, sus movimientos no pasaron de ser fácilmente sofocados y se refugiaron en una oposición de prensa medianamente tolerada y progresivamente diezmada. Por otra parte, costó trabajo someter a los caciques regionales, quienes se sentían dueños de sus estados, aunque en su segundo mandato logró aplastar a los disidentes y colocar como gobernadores a personas afines a él.
Al menos en su primera década, el régimen porfirista mantuvo un ejército fuerte y conservó el número de soldados al existir el constante peligro de una sublevación. Durante varios años pequeñas rebeliones se vieron por todo el país, esperaban el retorno de Lerdo de Tejada como presidente, entre las más peligrosas estuvo la de Mariano Escobedo, preparada cuidadosamente en los Estados Unidos, todas fueron sometidas a punta de fusil. Otros levantamientos fueron en contra de las autoridades locales leales a Porfirio Díaz como las presentadas en Chihuahua y Puebla, las cuales no tuvieron mayores repercusiones. Por su parte, el general Miguel Negrete pensó tener la suficiente autoridad como caudillo militar para superar a Díaz con su sublevación, estuvo en un error.


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