Los problemas de la clase media y la Iglesia (1877-1910).


En el porfiriato, la clase media urbana creció y mejoró sus condiciones. A principios del siglo XX, no consideraba la paz social como una victoria del régimen, la veía como algo cotidiano, el recuerdo colectivo de la caída de uno y otro gobierno para ser remplazado por otro inestable se había perdido, por lo cual no tenía una razón para apoyar al régimen y temer al caos. Anhelaban los lujos de la élite, que no lograban obtener.
La clase media no revindicaba demandas sociales, se desentendió del sufrimiento de los obreros y campesinos. Buscaba derechos políticos, poder involucrarse en las decisiones del gobierno, en tal situación, la democracia resultaba la forma normal de dar cabida a sus planteamientos, sin embargo, pocos lograban comprender esta cuestión.
En la clase media, los jóvenes eran los más beligerantes, criticaban constantemente al régimen. Su formación en escuelas normalistas, de jurisprudencia o hasta en la Nacional Preparatoria, les otorgó un panorama de conocimientos novedosos, para demandar sus derechos civiles y políticos. El progreso del porfiriato creó un formidable enemigo con la extensión de la educación, el cual no habían enfrentado otro gobierno previamente. Entre ellos se encontraron los modernistas y, posteriormente, los ateneístas, quienes rechazaron los principios de la ideología oficial del positivismo, según ellos, una sociedad no se podía guiar por ideas tan burdas como el “orden y progreso”. En acontecimientos más radicales, algunas huelgas estudiantiles criticaron directamente al régimen como la de 1896, que reclamaba el fraude electoral de una relección más de Díaz.
Durante los primeros años del porfiriato, la Iglesia católica estuvo bien con el gobierno, los tiempos del liberalismo decimonónico anti-clerical habían llegado a su fin. Sin embargo, las suspicacias empezaron a crecer durante el último decenio, con las demandas políticas y sociales. Al tener un contacto cotidiano con los desposeídos, una parte de los párrocos comenzaron a criticar al régimen por las malas condiciones de vida de los obreros y campesinos, esto tuvo un respaldo desde el Vaticano al fomentar, el papa León XIII, el catolicismo social  (González, 2000 692). Algunos periódicos religiosos se atrevieron a criticar a Porfirio Díaz, terminaron cerrando sus puertas por la persecución. Adicionalmente, llegaron una serie de cultos protestantes desde Europa y los Estados Unidos, el régimen les deba la bienvenida, mientras el catolicismo se sentía traicionado, al haber sido durante casi cuatro siglos la única religión con presencia en el país.  


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