por Alef Pérez
En el siglo XIX, los liberales mexicanos fueron reconocidos bajo diferentes nombres, primero como yorquinos, luego federalistas y, finalmente, liberales. Tuvieron diversas figuras intelectuales, en la primera generación destacaron José María Luis Mora, Valentín Gómez Farías y Lorenzo de Zavala, mientras que en la segunda generación brillaron los nombres de Benito Juárez, Melchor Ocampo y Sebastián Lerdo de Tejada. Sin dejar de ver el exterior, construyeron la identidad ideológica sus los principios y lucharon por ellos en diversos frentes. Se dividieron en dos grupos uno moderado y otro puro. Los primeros tuvieron los mismos ideales que los segundos, sólo que no creyeron que fuera posible aplicarlos.
En los primeros años de vida independiente, los liberales encontraron su modelo a seguir en los Estados Unidos, con tal ejemplo, consolidaron la idea de una república federal como la mejor forma de ejercer el poder. Plantearon que el gobierno nacional no debía oprimir a las autoridades locales y dieron una importante capacidad de acción a los estados. La Constitución de 1824 mostró la máxima expresión del federalismo, por su parte, la Constitución de 1857 señaló el mismo sistema político como base, aunque otorgó amplias facultades a las autoridades centrales. Así, en el segundo documento, buscaron crear una autoridad fuerte para enfrentar los desafíos de orden político y militar, pensaron que la falta de unión durante la guerra con los norteamericanos ocasionó la pérdida del norte del territorio nacional.
Al intentar organizar a la nación, el liberalismo mexicano encontró su principal enemigo en las corporaciones, a los pueblos de indios por mantener inmóvil a la fuerza de trabajo y por usar importantes tierras sólo para la subsistencia, al ejército por su incomoda participación en la política y sus fueros que lo hacía intocable. Aunque el mayor enemigo era la Iglesia católica, la cual tenía un inmenso poder político y económico, sin dejar de mencionar el control sobre la población a través del culto. Los moderados no estuvieron dispuestos a realizar ataques a la Iglesia, aunque los puros lo realizaron siempre que tuvieron oportunidad.
En su visión histórica, entre los liberales existieron problemas para identificarse con el pasado. No estuvieron muy interesados en el mundo prehispánico, lo indígena les era secundario. Vieron a Hernán Cortés más como un fundador, que como un conquistador. Al observar la gesta insurgente, justificaron a Miguel Hidalgo por ser el primero en levantarse en contra del sistema colonial, pero no aceptaron sus acciones, varios fueron afectados por el movimiento radical-popular. La segunda generación, la que redacto la Constitución de 1857, logró conciliarse con el “Padre de la Patria” y darle su lugar en el discurso nacionalista.
Comentarios
Publicar un comentario