El área de Oaxaca dejó atrás el preclásico y comenzó su historia
en el clásico mesoamericano alrededor del 200 d.C., en una transición sin
sobresaltos, Monte Albán era la urbe más importante en aquel momento en la
región. En este periodo se sintió la influencia de Teotihuacán, se trató de una
relación entre iguales de dos imperios que dominaban diferentes regiones.
Aunque las influencias se movían de un lugar al otro, Teotihuacán tenía un
barrio oaxaqueño, por otro lado, los productos de manufactura teotihuacana
fueron comunes en las tierras de los zapotecos y mixtecos.
Monte Albán alcanzó una población de 30,000
habitantes, de los cuales la mayoría eran zapotecos, ocupó el espacio del mismo
cerro de Monte Albán y otros tres circundantes. No tuvo grandes calzadas como
la mayoría de las urbes mesoamericanas, su vida la articulaba desde la Gran
Plaza y Atzompa, los dos distritos ceremoniales y administrativos, alrededor se
observaban las terrazas habitacionales, que se distribuyeron en las laderas de
los cerros. Los barrios pueden ser considerados como siqui, donde las familias extensas organizaban su vida, alrededor
el 96% de la población fue de recursos humildes.
Fuera de Monte Albán, en el valle de Oaxaca se extendió
una red de tributarios, donde estaban integradas alrededor de 1,000
poblaciones, entre las cuales pudieron destacar tres, una por cada ramal del
valle, que fueron los centros administrativos y religiosos regionales. En la
Mixteca Alta, buscó dominar a los pequeños cacicazgos repartidos por toda la región,
la oposición resultó importante, aunque los locales no actuaron en conjunto y
tuvieron conflictos bélicos entre ellos.
En el clásico tardío (600-800 d.C), Monte Albán vivió
su máximo momento de esplender y el fin de los contactos con Teotihuacán. Las
tumbas más lujosas de los gobernantes de la urbe correspondieron a ese periodo.
La escritura zapoteca, muy antigua, se perfeccionó en aquel momento, llegó a
poseer más de 100 caracteres, el sistema era mixto, existían símbolos
logogríficos equivalentes a palabras o fonéticos, estos representaban sonidos
para construir palabras. El poderío de la ciudad llegó a su fin en el 800 d.C.,
siguió siendo habitada sin lograr sobresalir.
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