Desde el 150 d.C., el poder de Teotihuacán en el área Centro
resultaba indiscutible. De la Cuenca de México y del valle de Toluca obtuvieron
la base de los alimentos para la ciudad. En el primer caso, las chinampas producían todo el año, en el
segundo, las cosechas dependían de la temporada de lluvias. Del actual estado
de Hidalgo obtuvo importantes cargamentos de obsidiana y cal. De la región de
Puebla-Tlaxcala la arcilla necesaria para elaborar la fina cerámica “anaranjado
delgado”. De Morelos trasportaban a la urbe algodón, cacao y otros productos
tropicales. Esto se realizaba a través de una amplia estructura tributaria, así
toda el área Centro era parte del imperio teotihuacano.
Teotihuacán llegó a 230,000 pobladores, los cuales habitaban
en los diversos barrios de la urbe, que pueden ser considerados calpulli, esta división facilitaba la
conservación de las lenguas de una ciudad multiétnica, donde convivían
tarascos, otomíes, mixtecos, nahuas, popolopas, mazatecos entre otros, también
resultaba ser la base del cobro del tributo. En toda la zona urbana existieron
talleres, dedicados a producir elementos punzo-contantes de obsidiana,
cerámicas, entre otra manufacturas, las cuales eran para consumo interno y
exportación.
La estructura del centro ceremonial da algunas pistas
de lo que fue la cosmovisión de los teotihuacanos. La llamada pirámide “del
Sol” posiblemente estaba dedicada al culto de Tlaloc, representaba un gran
cerro y se encontraba rodeada de agua, que parecía emanar de ella. La pirámide
de “la Luna” era Chachihtlicue la diosa de la falda de jade. Entre las dos
funcionaban como elementos de la dualidad del pensamiento mesoamericano.
Alrededor del 600 d.C., entre las penurias de los
habitantes y la sobre explotación de los recursos naturales, causaron revueltas
populares, que llevaron a Teotihuacán al final de su esplendor y poderío, lo
cual da origen al epiclásico o clásico tardío en el área Centro. En ese
momento, llegaron influencias de las áreas del Golfo, Norte, Oaxaca y Sureste a
remplazar lo teotihuacano. El caos entre la población y la guerra fue la nueva
regla, aunque se lograron mantener las relaciones comerciales a pequeña escala,
esta situación duró hasta el 900 d.C., lo cual marcó el fin del clásico en el
área Centro.
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