La conspiración de Martín Cortés.

por Alef Pérez
En las tierras novohispanas, los españoles no estaban cohesionados, más bien formaban grupos separados cada uno con sus propios intereses, entre los cuales el más ambicioso de todos era el de los encomenderos, que conformaban los viejos conquistadores por su derecho a tierras y al tributo de los indios en ellas. No soportaban a la burocracia del imperio, ni los planteamientos humanistas de las ordenes religiosas, mientras, buscaron constantemente autonomía de gestión. En pocas décadas, algunos colonos calcaron tales posicionamientos.  
Por coyuntura, Martín Cortés Zúñiga, uno de los hijos del conquistador Hernán Cortés, encarnaba los sentimientos de autogestión de parte de la sociedad novohispana. En 1563, después de una estancia en la metrópolis, estaba de regreso en la Nueva España. De forma patrimonial, contaba con amplias propiedades como heredero del marquesado de Oaxaca, junto con poblaciones a su servicio. 
En particular, Martín Cortés generó sentimientos encontrados entre los españoles en la colonia. En opinión de algunos, especialmente para los más vinculados con la corona, resultó una figura odiada. Al decir de otros, quienes planteaban la autonomía del virreinato, lo colocaban como un posible monarca para estas tierras, en caso de una ruptura con el resto del imperio (Semo, 1982: 248). Por ejemplo, en un acto de osadía, llegó a representar de forma teatral el encuentro de Moctezuma y su padre a la entrada de Tenochtitlan, lo cual provocó amplias discusiones entre las élites novohispanas. En él, un cierto sentimiento nacionalista de las tierras americanas logró tener una figura representativa, sólo cuatro décadas después de la conquista.    
En 1566, Martín Cortés junto con sus más allegados comenzaron la conspiración. Plantearon matar a los miembros de la Audiencia de la Ciudad de México, al igual que cualquier otro posible opositor, continuarían en una rápida cabalgata por los principales centros urbanos de la colonia para buscar su lealtad o someterlos. En Europa, buscarían el apoyo del papa y del rey de Francia para lograr cierto apoyo internacional. Buena parte de la élite novohispana apoyó los planes.
Las semanas pasaron, mientras el levantamiento resultó pospuesto, las dudas de Martín Cortés debilitaron sus posibilidades de éxito día tras día. En abril, algunos leales al rey denunciaron la conspiración. Tras lo cual, las autoridades virreinales leales a la corona actuaron contundentemente y los principales conspiradores fueron apresados o deportados a España.
Sin llegar a la insurrección, el nacionalismo criollo resultó borrado del escenario político con facilidad, el realismo reafirmó sus lazos de dominación. Al menos en esta cuestión, la situación prevaleció en relativa tranquilidad durante prácticamente dos siglos más, hasta la llegada de las reformas borbónicas que nuevamente crearon un clima propicio para la rebeldía criolla. 




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