Sin un líder carismático como José María Morelos y
Pavon, la rebelión fragmentó sus fuerzas, no volvió a existir un gran
movimiento popular que buscara la independencia. A pesar de las dificultades, la
rebelión logró resistir años, sin embargo, perdió ese carácter revolucionario,
que había prometido cambiar la suerte de los desposeídos de la Nueva España. Los
insurgentes se replegaron a las montañas del centro y de Veracruz para
continuar el movimiento de resistencia. Los más fuertes como Vicente Guerrero,
Guadalupe Victoria o Nicolás Bravo controlaron regiones importantes, donde
obtuvieron recursos de la tierra y del comercio.
En muchos pueblos aún se tenía fe y
esperanza en la independencia y sus reivindicaciones sociales. Un caso particular
era el Bajío, en esta región el vendaval insurgente se llevó a la mayoría de
los hombres, ahora eran las mujeres quienes apoyaban a los rebeldes.
Adicionalmente, se encargaron de la manutención de la familia. Las mujeres
llegaron a poseer el 30% o más de las tierras (Ávila, 2010: 386), este dato es
sorprendente, en especial para una sociedad tan machista como la novohispana.
Los grupos rebeldes que rondaban en el
campo tuvieron eco en las zonas urbanas. En las tertulias, los cafés, las
pulquerías, los parques públicos se escuchaban conversaciones inapropiadas
desde la perspectiva realista por su contenido, en las cuales se mencionaban palabras
subersivas como cambio, república, libertad, independencia. Estas ideas se daban
desde algunos elementos de la élite, pasando por las clases medias letradas,
llegando a los leperos, como se les
llamaba a los pobres. Algunos grupos lograron solidas sociedades secretas
dedicadas a apoyar a los insurgentes, los más famosos: los guadalupes.
Francisco Xavier Mina buscó dar nuevo
aliento a la insurrección novohispana. Es de mencionarse, en su tierra natal,
España, obtuvo experiencia como guerrillero al luchar contra la invación
francesa y estaba afiliado al liberalismo. En 1817, llegó a Galveston, en la
actual Texas que era parte de la Nueva España, con 300 hombres, desde ahí
preparó su expedición al centro del virreinato. Buscaba convencer con un
ideario de libertad y restauración de la Constitución de Cádiz para todo el
imperio español, planteaba la igualdad, no sólo entre los ibericos, también
incluia a los novohispanos y de otras tierras del imperio. Pensó buscar apoyo
para su causa tanto entre los insurgentes como con los realistas, los dos
bandos lo desairaron, los segundos lo persiguieron y fusilaron en el Bajío.
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