Los caminos de la Nueva España.


En la época colonial, la Ciudad de México funcionaba como el motor y centro de la economía, desde donde partían los caminos que comunicaban a los diversos rincones de la Nueva España. En el este estaba el puerto de Veracruz, que tenía dos posibilidades para llegar. En dirección al oeste encontraban el puerto de Acapulco y, por momentos, una ruta de acceso al Lejano Oriente. Al norte llegaban a las regiones ganaderos y, especialmente, mineras. El del sur partía rumbo Oaxaca y su riqueza agrícola.
Las carretas novohispanas transitaron mayoritariamente por los caminos entre la Ciudad de México y el puerto de Veracruz, que llegaron a tener más de cien trenes de mulas simultáneamente, esto la convertía en la ruta novohispana más importante. Se trataba de la puerta de acceso al mundo exterior a través de los navíos españoles. Al desembarcar, los viajeros debían recorrer velozmente la primera parte del camino, por las enfermedades tropicales, posteriormente se incrementaba el número de espacios para el hospedaje, la misma situación se presentaba en el camino a Acapulco.
La expansión economía incrementaba el transito de mercancías y diversificaba tanto las zonas de consumo como de producción. En consecuencia, las ramificaciones de los caminos principales fueron multiplicándose a lo largo de la colonia, junto la creación de nuevas rutas que partían de la Ciudad de México. Por ejemplo, los valles de Toluca y Morelos estuvieron bien comunicados con la capital novohispana y entre ellos.
Los caminos no fueron trazados por los españoles, en la mayoría de los casos se partía de un sendero prehispánico adaptado, se esquivaron pendientes y curvas cerradas, debían estar preparados para facilitar el paso de vestías de carga y carretas (Jáuregui, 2004: 22). Faltaban ríos navegables para bajar los costos del transporte tierra a dentro y, adicionalmente, tuvieron que enfrentar una complicada serranía. Por otro lado, a pesar de la prohibición, los tamemes, cargadores humanos de la época mesoamericana, continuaron transportando mercancías, especialmente a los lugares de difícil acceso y de poco tráfico comercial.
El comercio de cabotaje entre los puertos novohispanos resultaba posible por la amplitud de la costa novohispana, la cual estaba situada en dos océanos. Sin embargo, estuvo limitado por la prohibición de la corona española y la falta de grandes comunidades costeras. Es de resaltar, nunca dejó de existir, aunque siempre resultó marginal.


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