El imperio español europeo de principios del siglo XVI.


A principios del siglo XVI, España obtuvo el papel protagónico en el escenario europeo. Para el control y la ampliación territorial, el gasto militar creció constantemente, las arcas del imperio comenzaron a acumular deudas, mientras las tropas llegaron a 150 mil, un número impresionante para la época.  
            Al gobernar una monarquía y tener diversos títulos nobiliarios, aún con fuerte reminiscencias medievales, Carlos I de España heredaba enormes extensiones de tierras europeas. Tradicionalmente lo reconocemos como Carlos V, el cual corresponde a su título en los Países Bajos (hoy Holanda y Bélgica), algunos lo llegaron a considerar “cesar”, en representación del antiguo Imperio Romano y sus glorias. También tenía posesiones nobiliarios sobre el Franco Condado en Francia y Milán en Italia. Sus derechos llegaron al Sacro Imperio Romano Germánico, que eran diversos principados en las actuales Alemania y Austria, los cuales estuvieron en una rebeldía constante, en especial al comenzar la reforma protestante.
            Las enormes extensiones de territorios bajo dominio de Carlos I de España presionaron a Francisco I, quién encabezaba el recién unificado reino francés. Realizaron una serie de guerras por el dominio de Italia, donde Carlos I logró consolidar su poder, también estuvo en juego el control sobre la misma Francia, el cual mantuvo Francisco I.
Por su parte, el imperio turco-otomano dominaba la península de los Balcanes y buscaba ampliar su dominio sobre el resto de Europa, aunque para avanzar más debía enfrentarse a España. Aunque de poca eficiencia, los dos colosos tuvieron aliados en los dominios del otro, los franceses apoyaron a los otomanos, los persas creían tener un aliado en España (Romero, 2005: 257). Las fuerzas navales españolas mantuvieron el control del Mediterráneo occidental para los europeos.
            La España en la península ibérica resultaba un mosaico de instituciones dispersas, los dominios europeos conformaban un entramado mucho más complicado. Los virreyes llegaron a diversos territorios para gestionar por el rey. Crearon tres consejos para todos los territorios: Finanzas, Guerra y Estado, aunque su poder se veía disminuido por la intervención de las diversas autoridades locales. Las noblezas reclamaban control sobre sus regiones, al menos tuvieron que pactar con las de Nápoles y Sicilia la creación de un poder compartido. En general, la fuerza del imperio español sobre Europa resultaba débil y poco funcional.


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