Uno
puede pensar a los mexicas como una unidad indivisible, lo cual no fueron.
Siempre estuvo presente la lucha de clases soterrada, en riesgo constante de estallar.
Las élites mostraban envidias unas contra las otras, en una situación de
constante tención.
En
la misma Tenochtitlan, los macehultin,
el pueblo común, estaba en contra de lanzarse a la guerra para destronar a
Azcapotzalco, temían las consecuencias de la derrota en forma de venganza.
Después de un momento de tensión, la ambición de los pipiltin, la nobleza, terminó por imponer su idea de comenzar las
hostilidades. Al convertirse en parte de la Triple Alianza imperialista, el
pueblo mexica asentó su diferenciación social y los lazos de dominación hacia
los macehultin de la misma comunidad se
reforzaron (Katz, 2004: 74).
Durante
el proceso de la gran expansión de la Triple Alianza, las ciudades mexicas de Tenochtitlan
y Tlatelolco terminaron enemistándose. En buena medida, la confrontación se
debió al manejo de los tlatelolcas del comercio imperial a través de los calpuntin, comerciantes. Los tenochcas
ambicionaban controlarlo directamente. En buena medida, se trataba de un
enfrentamiento entre las élites, mientras el pueblo quedó en medio. Hacia 1470
d.C., Tlatelolco buscó apoyo de algunos enemigos de la Triple Alianza, la
respaldaron muy pocos y terminó siendo aplastada. Los derrotados no pudieron
ejercer el culto en sus templos, se le impuso nuevos gobernantes tras el
asesinato del propio y perdieron cualquier control sobre el comercio.
Fuera
de la entidad social de los mexicas, en menor o mayor medida, la rebeldía
estuvo presente en todos los grupos étnicos conquistados por la Triple Alianza.
En las diversas regiones, las élites como el pueblo en general protestaron y,
en casos extraordinarios, llegó a la franca rebeldía, en ocasiones actuaron
conjuntamente, en otras terminaron enfrentados. Mostraban las contradicciones
de las sociedades mesoamericanas. Así, el imperio no pudo disfrutar de un
momento de paz social dentro de sus fronteras territoriales.
Por
ejemplo, la nobleza de Cuetaxtla mostró hostilidad en contra de las tropas de
la Triple Alianza. Los pobladores optaron por otro camino, decidieron apoyar a
los foráneos, tenían un gran descontento contra sus propias élites, las cuales cobraban
un oneroso tributo. Los mandos de las tropas mexicas quedaron confundidos, mostraban
simpatías por quienes se habían revelado en su contra, en buena medida se
sintieron identificados por ser ellos también un grupo dominante. Denostaban a quienes
brindaron un apoyo inesperado y estaban intimidados por la rebeldía social de
los campesinos.
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