A grandes rasgos el clásico mesoamericano
se puede dividir en dos periodos. El clásico temprano (200 d.C. - 650 d.C.) y el
clásico tardío o epiclásico (650 d.C. - 900 d.C.). La división temporal se da
con el fin de la hegemonía teotihuacana.
En clásico temprano consolidó
el desarrollo urbano del preclásico tardío y lo expandió, se trataba de
gigantescos centros ceremoniales y administrativos, rodeados de zonas habitacionales,
de una importante densidad poblacional. Inmensas ciudades-Estado crecieron y
prosperaron. En la organización del espacio urbano se consideraban la
cosmovisión mítica-religiosa y la división entre las familias ampliadas
integrantes de la comunidad. En el caso de Teotihuacan y posiblemente en
algunas otras la división territorial se daba entre etnias y grupos
lingüísticos.
Las urbes fueron centros
artesanales, donde se producían para las élites: tallas de piedras
semipreciosas, tocados de plumas, prendas finas de algodón, adornos de concha,
además de cerámicas de lujo de las más variadas formas, funciones y
decoraciones (López, 2007: 113), sin olvidar una serie de productos para el
pueblo común, nunca se abandonó la creación de elementos destinados al
autoconsumo. Teotihuacan organizó el sistema comercial, el cual se expandió de
forma organizada por toda la superárea cultural, sus redes llegaron hasta
Oasisamérica.
El tránsito entre los dos
periodos del clásico mesoamericano tiene diversos caminos. Los teotihuacanos
sufrieron la decadencia y fin de su ciudad-Estado como una catástrofe, que
descompuso el orden social previo, adicionalmente, afectó y fue responsable de
los demás cambios. En contra posición, para la gran mayoría del territorio
resultó en la liberación y el florecimiento de una cultura propia como en el
área del Sureste. En un caso intermedio,
es el declive de la viaja urbe, por ejemplo, Monte Albán en el área de Oaxaca,
la cual perdió población e influencia, aunque nunca dejó de ser un elemento de
los poderes regionales.
Sin el control o arbitraje de
Teotihuacan, la guerra se extendió por Mesoamérica de forma virulenta, aunque, no
llegó a ser una epidemia como en el poslcásico. Las ciudades-Estado luchaban
una contra la otra, en una situación donde ninguna alcanzó una hegemonía
perdurable, lo cual significaba el desgaste y posterior decadencia de los
rivales. En tal escenario, comunidades enteras llegaban a migrar en busca de
mejores condiciones de un lugar a otro de Mesoamérica.
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