En sus sexenios, Miguel de la
Madrid y Carlos Salinas disfrutaron el presidencialismo autoritario mexicano,
sin modificar su estructura de funcionamiento. No estaban dispuestos a realizar
cambios al sistema político a fondo que les hiciera perder el control, heredado
de los sexenios pasados. Así, sus reformas encaminadas a una modernización de
corte neoliberal en lo económico estaban sustentadas en las viejas prácticas
políticas, donde el presidente tenía la última palabra.
En su
presidencia, Ernesto Zedillo optó por comenzar la demolición del
presidencialismo mexicano. En buena medida, permitió la existencia de
elecciones libres con respeto al voto, al menos de una forma superior a la de
tiempos pasados. Mientras se democratizaba parcialmente México, perdió el
control sobre el Congreso en 1997, al dejar de ser el PRI mayoría en la cámara
de Diputados, esto retrasó las reformas neoliberales, aunque no las detuvo. En
buena medida, Zedillo llegó a comprender la necesidad de transformar el sistema
político, para garantizar la supervivencia del mismo, en un contexto
internacional donde las oleadas de democratización se estaban dando en diversos
continentes del orbe, la misma retrocedió fácilmente al comenzar el nuevo
milenio.
En las
presidencias del PAN, tanto Vicente Fox como Felipe Calderón observaron el
desmoronamiento del viejo presidencialismo priísta. Ese cambio, se observó en
el descontrol político del país, en aquellos momentos los gobernadores de
mayoría del PRI hicieron y decidieron sin dificultad, ningún poder federal se
atrevió a tocarlos. En el caso de Fox hasta el gabinete presidencial parecía
tener libertad de gestión, cada uno de los elementos actuaba por su propio camino
e intereses.
En la
actualidad con Enrique Peña Nieto, observamos sus intentos de recomponer el
viejo autoritarismo del PRI, siendo él parte de aquel partido. Realiza
manotazos constantemente en contra de la prensa libre, el mejor ejemplo es el
despido de Carmen Aristegui del noticiero radiofónico de MVS. Intenta
recomponer formas de control hacia el Congreso, el Poder Judicial y los
gobernadores con resultados temporales o realimente nulos. Por su parte, la
sociedad perdió el respeto hacía la figura presidencial, en buena medida por
las torpezas y abusos de los últimos sexenios.
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