En
buena medida, al comenzar los años veinte, los gobernadores de los estados
resultaban ser el principal poder en su territorio. Su influencia procedió de
los viejos mandos de las trapas revolucionarias, que se habían convertido en el
ejército formal en sus regiones de influencia, resultaba común que el jefe de
la zona militar fuera un amigo cercano del gobernador. Adicionalmente, algunos
controlaban sus propias fuerzas: los agraristas, quienes se mantenían leales a
las autoridades locales, que habían repartido tierras o mantenían la promesa
del reparto. Entre los gobernadores más poderosos de aquellos tiempos se
encontraban Felipe Carrillo Puerto en Yucatán, Tomás Garrido Canabal señor de
Tabasco y Adalberto Tejeda en Veracruz (Meyer, 2003: 216).
La
usurpación de funciones tributarias, por parte de los estados llegó a tocar una
serie de impuestos que le correspondían a la federación. Un caso trascendental por su importancia
dentro de los recursos fiscales fue el del impuesto petrolero, el cual era
usurpado en un buen porcentaje por el gobierno local de Veracruz, hasta que lo
perdió en 1922 frente la Secretaría de Hacienda. La centralización comenzó a
reproducirse en otros impuestos, que fueron perdiendo los caciques y ganando el
gobierno federal.
Otro
factor para la pérdida del poder de los caciques resultaron ser las rebeliones
militares. En buena medida se debe a que ninguna rebelión resultó exitosa después
de 1920 y los caciques más beligerantes fueron apartados del poder, mientras se
mantenían los más dóciles a las decisiones del centro. La última rebelión
importante ya no fue de grupos militares, sino de Saturnino Cedillo, el cacique
de San Luís Potosí, quien utilizó a sus fuerzas agraristas y resultó fácilmente
aplastado por el ejército.
Los
caciques perdían su poder frente el constante fortalecimiento del gobierno
federal. Una cuestión muy importante fue la creación del Partido Nacional
Revolucionario (PNR) en 1929, como partido oficial, el cual les dio cabida a
las organizaciones políticas estatales controladas por los caciques, aunque
perderían poder al tener que respetar un mando vinculado con la presidencia. El
PNR fue disolviendo a los pequeños partidos, al convertirse en el Partido de la
Revolución Mexicana (PRM) la fuerza de los caciques prácticamente se estaba
esfumando.
Lázaro Cárdenas confrontó
directamente a los caciques y buscó el apoyo tanto de radicales de izquierda
como progresistas de cada región. La primera vía de acción fue la cooptación al
alejarlos de su base de poder político al darles cargos en la alta burocracia
federal donde el presidente podía controlarlos directamente, la otra opción era
destituirlos y arrancarlos de raíz de sus zonas de influencia.
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