Las elecciones (1920-1940).

Entre 1920 y 1940, se celebraron seis elecciones presidenciales, cada una de ellas con el resultado predecible de la victoria del candidato oficial. Ninguna elección superó el 25% de la participación de los empadronados, todas tuvieron una votación mayor del 90% para el candidato oficial (González, 1972: 25), las elecciones estaban controladas completamente desde el grupo gobernante. Los resultados en los estados y municipios resultaban similares.   
Uno de los principios básicos, casi infranqueable, impuesta por Francisco I. Madero: “la no reelección” estuvo a prueba. Con apoyo del Partido Nacional Agrarista, Álvaro Obregón modificó la Constitución para permitir la reelección después de un periodo presidencial. La votación en 1928, le resultó favorable como en 1920, fue asesinado antes de asumir la presidencia por segunda ocasión. De ahí en adelante, ningún presidente llegó tan lejos en sus intentos de perpetrarse en el poder, las elecciones se celebraron de forma regular, como un ritual de renovación de la clase política.
Las elecciones resultaban ilegitimas, en especial para los grupos marginados del poder, al extremo de provocar rebeliones militares o civiles. En 1920, Venustiano Carranza estaba imponiendo a un candidato contrario a los militares y encarcelo a su principal opositor, Álvaro Obregón, en consecuencia, desde Agua Prieta, Sonora, comenzó la última rebelión exitosa, reorganizaría el poder político para que Álvaro Obregón se convirtiera en el nuevo candidato oficial en el mismo año. También, la siguiente contienda electoral generó una rebelión militar, la delahuertista, que fue derrotada. En 1929, José Vasconcelos consideró un fraude la elección que perdió, llamó a una revolución como la maderista, no tuvo ningún efecto. En 1940, algunos seguidores de Almazán, quien perdió la elección, buscaban una revuelta popular, el candidato consideró innecesario llegar a tanto y se autoexilio para evitar represalias hacia su persona.  
En 1934, la elección de Cárdenas resultó la única del periodo sin rebelión, la verdadera pelea política se dio dentro del Partido Oficial en contra del candidato callista, Pérez Treviño. La campaña cardenista resultó un verdadero llamado al pueblo, al visitar cuantos rincones del país fue posible, llegaba a caballo a los pueblos donde no existían vías de comunicación.

Las mujeres comenzaron a ganar algunos espacios en los años veinte, específicamente en los estados de Yucatán, San Luis Potosí y Chiapas, las legislaciones locales permitieron el voto femenino. Para 1937, Lázaro Cárdenas mandó al Congreso una propuesta para cambiar la constitución y permitir el voto a las mujeres, la reforma resultaba demasiado radical para muchos que no la supieron entender, la consideraron un retroceso, al pensar que las votaciones serían controladas por los curas. Al final, la propuesta cardenista quedó congelada.


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