La industria de la posrevolución.

La Revolución Mexicana afectó la capacidad instalada de la industria del porfiriato al destruirla o ser abandonada en muchas ciudades del norte y centro del país. Al llegar los años veinte, comenzó un arduo trabajo para reconstruir su capacidad productiva. Un buen ejemplo resultaba ser la industria textil, que intentó recuperar su ritmo de producción, esto fue complicado, los productos norteamericanos habían penetrado los mercados nacionales. Adicionalmente, estaban atados a la tecnología del exterior, ya que no se producía en México la maquinaria, sino que debía ser importada de Europa.
Por su parte, la industria siderúrgica nació en el porfiriato, experimentó una caída importante durante la Revolución Mexicana, mientras que en los años veinte vivió un importante auge de producción. Las reparaciones en el sistema ferrocarrilero y la correspondiente necesidad de acero resultaron ser fundamentales para mantener prendidos los hornos de la siderurgia nacional, también creció la demanda interna y la vinculada con el mercado norteamericano para la expansión de esta industria. Adicionalmente, arribaron nuevas industrias, como la automotriz, al instalar Ford su primera planta armadora mexicana en 1925 (Plana, 2004: 109), poco tiempo después llegó General Motors, la producción de insumos de este sector comenzó a desarrollarse en aquellos años.
Al comenzar los años treinta, la Gran Depresión detuvo el crecimiento industrial en algunos sectores, mientras otros retrocedieron, unos cuantos cerraron sus puertas temporalmente o definitivamente, este acontecimiento significó un derrumbe temporal. Al concluir la tormenta económica, la industria nacional creció a un ritmo de 7.5% anual en promedio hasta 1940, esto posibilitó que otros sectores de la economía crecieran al engancharlos en su dinámica. El gobierno creó la banca de desarrollo para apoyar este importante desarrollo, la institución más importante en este ramo fue Nacional Financiera.

A finales del cardenismo, las nuevas industrias tuvieron el apoyo del régimen, al tener una drástica disminución de impuestos para fomentar la creación de las mismas. Otra medida muy importante, es el comienzo de la aplicación de la sustitución de importaciones, la cual cobraba fuertes impuestos a los productos extranjeros, para hacerlos poco atractivos, esto facilitó producir en México, al verse disminuida la competitividad de los productos del exterior por su encarecimiento en el mercado interno. Adicionalmente, los grandes repartos agrarios afectaron a los hacendados como una rama del capitalismo mexicano, los cuales optaron por invertir sus recursos en la floreciente industria.

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