En
1920, la población dedicada a las labores del campo constituía una amplia
mayoría, mientras que los obreros urbanos sólo representaban el 14.7% de la
población económicamente activa, para 1930 resultaron ser el 17.5%, para 1940
superaba el 20%, esto significó un cambio proporcional muy importante. La
pujante urbanización acompañaba el crecimiento de los obreros. En este momento,
muchos eran la primera generación de obreros de sus familias, en un buen número
eran migrantes de las zonas rurales del país.
Las
condiciones de los obreros mexicanos resultaron paupérrimas, múltiples huelgas buscaban
mejorar las condiciones de subsistencia. En 1920, se calculaba el costo de vida
en la Ciudad de México de una familia de cuatro integrantes era de 2.53 pesos
oro, esto al considerar una dieta alimenticia de 1,000 calorías que integrara
maíz, frijol, carne y otros cuantos elementos alimenticios, por su parte el
salario mínimo de un obrero era de 1.25 y el máximo de 2.75 pesos oro,
resultaban ser muy pocos los que podían alcanzar un buen estándar de bienestar.
Sin embargo, también es necesario considera que las familias tenían cinco hijos
en promedio, en consecuencia, no se podían sostener sólo con los recursos de un
padre proletario, los hermanos mayores debían trabajar para poder sustentar a
los menores.
La
vida resultaba difícil para los obreros, la Gran Depresión complicó más las
cosas, en este periodo de principios de los años treinta, se vivió una cadena
ininterrumpida de despidos en masa, más la reducción de las jornadas laborales
de quienes mantuvieron sus trabajos. Como ejemplos, en octubre de 1930, la
fábrica de cigarros el Buen Tono despidió a 357 trabajadores, las empresas de
botones La Corona y La Betunia cerraron definitivamente, dejando sin trabajo a
300 hombres (Córdova, 1992: 84), la lista continuó con un inmenso número de
empresas. El hambre y la desesperación se apoderaba de los obreros, quienes sin
trabajo, veían que sus pocos recursos se volvían nada por la inflación
galopante de aquellos años.
Las
huelgas para tomar las fábricas antes de ser despedidos resultaron algo normal
durante la Gran Depresión, el sentimiento y la movilización obrera continuó con
fuerza tiempo después del final de la turbulencia económica, esto se convirtió
en una de las bases sociales de la campaña y posteriormente del gobierno
cardenista. En esta nueva etapa, los obreros vieron mejorar sus condiciones
sociales y sus luchas fueron apoyadas, su momento de mayor gloria fue la
nacionalización de los ferrocarriles, los cuales se les entregó para que los
administraran sus mismos trabajadores, esto funcionó temporalmente.
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