La deuda externa en la posrevolución.

por Alef Pérez
Entre 1920 y 1940, la deuda externa resultó ser un problema desgastante, era herencia del porfiriato, del maderismo, del huertismo y, sin olvidar, las reclamaciones de guerra por daños a propiedades de extranjeros por la Revolución. Los gobiernos intentaron infructuosamente solucionar la situación para obtener recursos financieros frescos del exterior, mientras que los banqueros internacionales buscaron renovar los envíos de oro a sus arcas desde México (Peña, 2006, 248), aunque el flujo de recursos resultó casi inexistente en aquellos años. 
En su momento, los préstamos llegaron principalmente a través de casas bancarias británicas y francesas, pero la Primera Guerra Mundial dejó inhabilitado el sistema financiero europeo para solicitar su devolución. En tal contexto, la casa bancaria J. P. Morgan de los Estados Unidos se convirtió en la tenedora de la deuda externa mexicana, organizó el Comité Internacional de Banqueros con Intereses en México para reclamar el pago puntual, Thomas Lamont resultó ser el encargado de las negociaciones, entabló conversaciones con una serie de secretarios de hacienda mexicanos del periodo. 
Al comenzar los años veinte, México no contó con el reconocimiento diplomático de los Estados Unidos por la muerte de Venustiano Carranza durante su presidencia y la rebelión de Agua Prieta. Para solucionar este problema y obtener un préstamo internacional, Adolfo de la Huerto, secretario de Hacienda de Álvaro Obregón, comenzó negociaciones a través de Lamont, lograron firmar el Convenio De la Huerta-Lamont, en el cual México comprometió recursos para pagar su deuda e intereses impresionantes, mientras que el préstamo quedó pendiente y faltó el reconocimiento internacional al gobierno. Un nuevo intento se dio al comenzar la presidencia de Plutarco Elías Calles, en esa ocasión, Alberto J. Pani estuvo encargado de realizar las negociaciones como secretario de Hacienda, se llegó a un nuevo acuerdo, el cual México terminó por desconocer para utilizar el dinero de la deuda externa en la fundación del Banco de México, un acto de soberanía nacional. 
Poco después del «crac» del 29 de la Bolsa de Valores de Nueva York, el secretario de Hacienda mexicano del momento, Luis Montes de Oca, firmó un nuevo Convenio con Lamont, el gobierno esperó un préstamo internacional, aunque poco a poco se dio cuenta que resultó imposible obtener recursos del exterior, ya que la Gran Depresión golpeó con fuerza al sistema financiero a nivel global. La mayoría de los países en Europa y América Latina dejaron de pagar sus deudas, no tuvo caso que México comenzara el pago de la suya. El cardenismo tampoco logró mucho en este tema, su radicalismo provocó malas relaciones con el exterior. Es de hacer notar, entre 1920 y 1940, las finanzas públicas tuvieron que hacer funcional al gobierno con los recursos internos y lo hicieron bien. Al comenzar los años cuarenta, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, México alcanzó acuerdos perdurables en el tema de la deuda externa, para recomenzar el pago y obtener crédito del exterior.

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