Entre 1940 y 1965, la producción agrícola
creció en forma sostenida, alrededor de un 7% cada año. La constante ampliación
de la producción permitió la exportación de cereales fundamentales para la
alimentación como es el trigo o de otros productos de un mayor lujo como son el
aguacate y el café. También, fue suficiente para cubrir las exportaciones, sin
afectar las necesidades del mercado interno, esto significó que se logró la
soberanía alimenticia durante ese periodo.
En 1940, los ejidatarios
constituían una importante fuente de productos agrícolas, básicamente por el
reparto agrario cardenista. Sin embargo, la entrega de tierras a los campesinos
se redijo considerablemente, es más se devolvieron algunas haciendas que
estaban en manos de ejidatarios en Yucatán, esto fue justificado por la baja
productividad de las tierras. Los recursos públicos para apoyar a los
ejidatarios fueron reduciéndose paulatinamente, en el gobierno de Miguel
Alemán, algunos priístas en la Cámara de Diputados plantearon la desaparición
del ejido, esta iniciativa no prosperó, pero mostraba el cambio ideológico del
grupo en el poder, el cual comenzaba a desdeñar al campesino y mostrar fe en
una nueva concentración de la tierra bajo formas capitalistas modernas.
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Anuncio de Maquinaria
Moderna (1943). Frase en cartel: “desterrando viejas técnicas forjamos un
México mejor”. (Krauze, 1999: 74).
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La base de la nueva agricultura
resultó ser la agroindustria empresarial a gran escala, impulsada con ímpetu
por el presidente, Miguel Alemán, en los sexenios posteriores plantearon el
mismo camino. Un nuevo grupo de nuevos terratenientes comenzó a surgir muy
lentamente, los cuales obtuvieron importantes recursos públicos y créditos (Ángel,
2010: 643), para llevar a cabo una revolución verde en la producción agrícola,
introdujeron modernos plaguicidas, que demostraron ser dañinos para la salud,
aunque prácticamente desaparecían las plagas. A pesar de estos cambios, México
no perdió su tradición ejidataria en aquellos años.
A partir de 1965, es
posible advertir una reducción de la capacidad productiva del campo mexicano,
la cual resultó notoria en 1975, al importarse alrededor del 10% de los
cereales que se consumían, para 1979 el porcentaje de dependencia se elevó a
32%, en 1982 casi se importaba la mitad. La situación resultaba ser una
catástrofe nacional, cualquier política para hacer productivo al campo parecía
destinada al fracaso, mientras unos cuantos agroindustriales se enriquecían. La
soberanía alimenticia estaba convirtiéndose en una cuestión del pasado.
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