Entre los años cuarenta y 1982, México
estuvo bajo la sombra de Estados Unidos en la esfera internacional. Adicionalmente,
nos encontramos en el momento de mayor poderío económico, político y militar de
nuestro vecino del norte. El cual en primera instancia enfrentó la amenaza de
la Alemania nazi y, posteriormente, el de la Unión Soviética. Era imposible
alejarse mucho de su postura, aunque en ocasiones se logró, pues para los
norteamericanos resultaba más importante una situación pacifica con su vecino
del sur, no buscaba crear un frente de conflicto con él.
Por las agresiones de la
Alemania nazi, México entró a la Segunda Guerra Mundial en la presidencia de Ávila
Camacho, respaldando a los norteamericanos. Su política central estuvo marcada
por este acontecimiento bélico, la definió como “unidad nacional”, la amenaza
de las naciones del eje resultaba algo que debía conjuntar todos los esfuerzos del
país, no importaba clase social o postura ideológica. Adicionalmente, los
Estados Unidos necesitaron mano de obra, ya que sus hombres se encontraban en
los diferentes escenarios militares, para lo cual se creó de forma bilateral el
programa “bracero”, donde mexicanos iban a trabajar legalmente a las tierras
norteamericanas (Guerrero, 1988: 163), el mismo funcionó hasta los años
sesenta.
En la Guerra Fría, México
estuvo del lado del autoproclamado “mundo libre”, encabezado por Estados
Unidos. A pesar de esta situación, México buscó tener posturas independientes a
la norteamericana. Ni la Guerra de Corea, tampoco la de Vietnam fueron apoyados
por las autoridades mexicanas. El presidente López Mateos mostró simpatía por
la Cuba de la revolución, satanizada por Washington y expulsada de la
Organización de Estados Americanos. Los regímenes mexicanos nunca buscaron
tener una postura internacional anti-comunista, sus relaciones con la Unión
Soviética fueron cordiales en este periodo.
En sus diferentes momentos se
recibieron a los exiliados de las dictaduras latinoamericanas, eran los
perseguidos por gobiernos militares apoyados por nuestro vecino del norte. Es
más, durante el golpe de Estado en Chile, el embajador mexicano refugio a la
viuda del presidente depuesto Salvador Allende y la escoltó hasta México a
pesar del peligro de que su avión resultara derribado. El presidente López
Portillo desafió abiertamente a los Estados Unidos, distanciándose de su
política, llegando a apoyar a la revolución sandinista de Nicaragua y a otros
grupos libertarios.
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