Al comenzar la década de los
sesenta, los estudiantes universitarios habían crecido en número, eran los
hijos y el orgullo de una creciente clase media, que ahora podían acceder a la
educación superior de calidad, resultaban ser los verdaderos beneficiarios del
progreso económico. Sin embargo, ellos como jóvenes no podían estar conformes
con su situación y del resto de la sociedad, algunos buscaban eliminar el
autoritarismo rígido, la falta de libertad política, la desigualdad, deseaban
expresar sus ideas sin censura. Un chispazo prendió el fuego de la rebeldía, a
mediados de 1968, una riña entre la Vocacional N° 2 y de la Preparatoria “Isaac
Ochoterena” se convirtió en una represión brutal del régimen.
Las
autoridades no detuvieron la represión, los estudiantes continuaron con sus
marchas, en cada ocasión con mayores multitudes, las escuelas comenzaron a
cerrar en protesta. La situación se estaba saliendo de control para el régimen,
el cual estaba por estremecerse hasta los cimientos. En un movimiento de
audacia, el rector de la UNAM, Barros Sierra, encabezó la marcha del silencio
donde participaron alrededor de 80 mil jóvenes, en protesta por la ocupación de
diversas instalaciones universitarias. A pesar de la represión oficial, las
manifestaciones continuaron creciendo, al igual que la organización, la cual
logró cuajar en el Consejo Nacional de Huelga (CNH). En la ciudad de México, se
dieron las acciones más importantes de los jóvenes, hermanándose los compañeros
del Instituto Politécnico Nacional con los de la UNAM.
El movimiento estudiantil
creció aún más al acercarse la inauguración de los juegos Olímpicos, donde los
ojos del mundo estarían puestos en el país. El presidente, Días Ordaz,
aprovechó el discurso del 1° de septiembre para acusar a los jóvenes de estar
en contra de la patria. En este clima de tensión, el CNH buscó dialogar con el
gobierno, el cual se negó, mientras el ejército pasaba a patrullar en las
calles (Smith, 2003: 354). El 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas de
Tlatelelco, los estudiantes escuchaban las proclamas de sus compañeros, cuando
la represión se desató, el ejército irrumpió bruscamente en la manifestación.
Fueron más de 2 mil detenidos, cálculos oficiales hablan de 29 muertos, un
reportaje del New York Times, de la
época, colocó la cifra alrededor de 200 jóvenes que perdieron la vida. Las
manifestaciones mostraron el rostro autoritario y cruel del régimen.
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