Al terminar la década de la guerra revolucionaria, la
música obtuvo una esencia fundamentalmente nacionalista. En las grandes cámaras
sinfónicas dos autores destacaron por sus creaciones: Silvestre Revueltas y
Carlos Chávez, como los muralistas, recuperaron el pasado para expresarlo con
orgullo de nuestra identidad. Las óperas y principales salas de conciertos de
París, Londres, Nueva York quedaron sorprendidas por aquellos talentos.
Otro camino muy importante estaba
recurriendo el nacionalismo musical, las carpas creaban musicales rancheros,
los cuales resultaban de gran aceptación en la ciudad de México y otras
importantes concentraciones urbanas. Lo que nosotros conocemos como mariachi
estaba difundiéndose a gran velocidad desde Jalisco, le faltaban algunos elementos,
pero ya era reconocible. Las interpretaciones eran escritas en tono mayor, con
un carácter agresivo y se daba la reiteración, en el caso de ser un tema
amoroso se tornaba exigente y fanfarrón. Los primeros musicales de este tipo
fueron México Lindo y Del rancho a la capital (Moreno, 1989:
72). Un gran éxito de taquilla resultó ser Rayando
el Sol, que se mantuvo en la cartelera del Palacio de Bellas Artes por
varios meses en 1937.
A principios de los años veinte, la
llegada de la radio comercial resultó ser otro importante factor a
popularización de la música ranchera, sus principales intérpretes, pasaron por
las cabinas de grabación de las pocas estaciones de aquellos años. A finales de
los años treinta, con un terreno muy fértil, llegaron las películas de los
charros cantores, las cuales pasaron a ser el mayor difusor posible de esta
cultura popular del mariachi, donde se pueden mencionar múltiples figuras de
gran talento como Lucha Reyes y Jorge Negrete.
Una historia personal, convertida en símbolo de
lo nacional a golpe de talento es la de Agustín Lara, pianista de lo romántico
y compositor. Comenzó su trayectoria musical tocando su piano en cafés, bares,
carpas, cabarets, donde maduró su estilo. En 1930, conoció el éxito con el
programa radiofónico “La hora intima de Agustín Lara”, al poco tiempo logró
conquistar los mercados de todo el continente. Su estilo musical tuvo bases en
los ritmos norteamericanos pero obtuvo una identidad propia, la cual resultó
útil para darles un lugar musical a las clases medias citadinas, no
campiranas.
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