En 1910, la fotografía la
realizaban desde el ámbito de los profesionistas y por parte de los
aficionados. Los primeros resultaban contratados por periódicos o tenían sus
propios estudios fotográficos, sus equipos eran complicados de transportar y
debían estar sustentados por un trípode, necesitaban laboratorios oscuros para
poder revelar sus rollos, con papel fotográfico y químicos de importación. Por
su parte, las cámaras para el público en general ya estaban disponibles en el
mercado, con un instructivo resultaba posible tomar las fotos sin ser
profesionales, las compañías que comercializaban estas cámaras colocaron
laboratorios en las principales ciudades para que sus clientes pudieran llevar
a revelar sus fotografías (González, 2009: 53). La calidad de las cámaras
profesionales resultaba superior, mientras las de los aficionados perfilaban la
posibilidad de un mercado de masas de la imagen.
La
Revolución Mexicana resultó capturada en la fotografía, en instantes captados
por alrededor de 300 fotógrafos profesionales. Entre ellos, los más connotados
fueron los Casasola, quienes mostraron a la mayoría de los caudillos y
ejércitos revolucionarios, al igual que permitieron dar una visión de los
contrastes entre las esperanzas y desilusiones de los hombres, mujeres y niños en
medio del remolino revolucionario, como hicieron los demás fotógrafos. Los
diarios utilizaban las fotografías para dar dramatismo a los acontecimientos.
Los periódicos
norteamericanos tuvieron algunos fotógrafos rondando los campos de batalla,
ellos mostraban al vecino de norte los acontecimientos de la Revolución
Mexicana, al igual que los transmitían a Europa, la cual desde 1914 estuvo más
interesada en ver las fotografías de su propio problema bélico que fue la
Primera Guerra Mundial.
Como
ejemplo de las fotografías de la revolución es posible mencionar la que muestra
a Pancho Villa sentado en la silla
presidencia, o la silla considerada en el imaginario popular como la
presidencial, mientras Emiliano Zapata se encuentra a su lado. De la misma
existen unas cuantas tomas con muy pocas diferencias, las cuales no tienen
importancia frente la mitificación del momento donde los dos caudillos
populares se encuentran en el clímax de su poderío. Esta misma imagen, comenzó
a ser reproducida a finales del gobierno de Carranza, quien los derrotó, no
obstante, su carácter como héroes populares fuera de las zonas donde se
movieron estos dos hombres comenzaba a reanimarse, en parte por la misma
fotografía, que los mostraba a todo el pueblo nuevamente.
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