La Decena Trágica.

Al comenzar 1913, Madero parecía haber derrotado a sus enemigos o mínimo los había contenido. Sin embargo, sus debilidades eran inmensas, en lugar de fortalecerse en las victorias, había erosionado más su base de apoyo, desde los poderosos empresarios hasta los campesinos más pobres le dieron la espalda.
Para el maderismo, el desenlace comenzó en la prisión militar de la Ciudadela no muy lejos del Palacio Nacional en la ciudad de México, donde los rebeldes vinculados al antiguo régimen porfirista se reunieron (Bernardo Reyes y Félix Díaz), en las condiciones propicias para conspirar. La nueva rebelión comenzó el 9 de febrero, desde ese momento sería una serie de equivocaciones de los dos bandos los que irían definiendo los acontecimientos. En una heroica pero tonta carga de caballería sobre soldados maderistas bien atrincherados, Bernardo Reyes encontró la muerte. Al poco tiempo fue herido el general Lauro Villar, leal a Madero, lo remplazó Victoriano Huerta, el cual sólo pensaba en su beneficio personal, sobre la misma causa que se suponía debía defender. Con sólo Félix Díaz como dirigente sobreviviente, los rebeldes buscaron refugio en la Ciudadela.  
El embargador norteamericano, Henry Lane Wilson, observaba los acontecimientos con detenimiento. Para inclinar la balanza, decidió dar un nuevo aliento a los rebeldes, reunió a Félix Díaz con Victoriano Huerta en la Embajada (Ulloa, 2000: 776). Entre los tres, planearon el derrocamiento del presidente, continuaron los combates sólo para debilitar a las tropas leales a las instituciones. Madero cayó en la trampa y terminó muerto, junto con su vicepresidente, Pino Suarez, las purgas no terminaron ahí, buscaron para asesinar a otros importantes maderistas. Tras algunas acciones para formalizar los acontecimientos, Victoriano Huerta asumió la presidencia, esto sólo puede ser visto como una usurpación del poder y un golpe de Estado.  
         El proyecto maderista con su fe en la democracia y la libertad ciudadana terminaba con los asesinatos de Madero y Pino Suarez. Otros revolucionarios, no estaban dispuestos a cometer las ingenuidades de su mártir por el cual luchaban, así las nuevas dirigencias eran autoritarias, sin embargo, se colaba por todas partes el clamor popular de la reforma agraria y de la justicia social.   

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