En febrero de 1913, los
acontecimientos de la Decena Trágica concluyeron con el asesinato del presidente,
Francisco I. Madero, y del vicepresidente, Pino Suárez, lo cual permitió la
llegada al poder de Victoriano Huerta. Los golpistas esperaban consolidarse con
facilidad, pues en ese momento el maderismo tenía muy poco apoyo político, su
error resultó monumental. La forma como se tomaron la vida de Madero, lo
convirtió en mártir, una figura mítica por vengar, mientras Huerta pasaba a ser
el tirano por derrocar.
El primero
en reaccionar fue Venustiano Carranza, gobernador maderista de Coahuila. En
marzo de 1913, emitió el Plan de Guadalupe, el cual planteaba principios
exclusivamente políticos, como fueron terminar con el usurpador Victoriano
Huerta y nombrarse jefe del ejército Constitucionalista que estaba por crearse,
al mismo tiempo tendría los poderes federales de forma extraordinaria mientras
durara la Revolución. En un principio, la fuerza militar del carrancismo eran
“irregulares agraristas” de Coahuila, viejas fuerzas de la revolución
maderista, que no lograron sustentar el proyecto político.
En
Chihuahua, el gobernador maderista, Abraham González, fue asesinado como parte
de la reorganización política huertista, esto significó descabezar cualquier
oposición desde lo político. En su lugar, Pancho Villa cruzó la frontera desde
su exilio en los Estados Unidos, estaba dispuesto a vengar a Madero, pues nunca
dejo de creer en él. Los desheredados del norte encontraron en el villismo su
bandera de lucha.
Dentro de
Sonora, el gobernador maderista, José María Maytorena, dudó en realizar
acciones concretas en contra del huertismo. Las autoridades municipales y los
cuerpos “irregulares” dieron la cara, desde ahí se fue creando un importante
sistema político sin cabeza clara y un formidable aparato militar (Garciadiego,
2010: 551). Es aquí donde empieza a figurar el liderazgo de Álvaro Obregón en
las armas.
Los
campesinos de Morelos lucharon en contra de Madero cuando fue presidente,
aunque apreciaron que fuera fiel a sus convicciones, así su asesinato lo
consideraron un golpe en contra de los poderes legítimos y se lanzaron
nuevamente a la lucha, pero en esta ocasión en contra de Victoriano Huerta. En
mayo de 1913, modificaron el Plan de Ayala para plantear la caída del
usurpador.
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