El muralismo.

En 1921, José Vasconcelos llamó a pintar las fachadas de edificios públicos, planteó llevar los logros revolucionarios y de la humanidad a todo el pueblo, con el tiempo, diversos funcionarios y gobiernos imitaron la entrega de importantes espacios a la expresión artística. En 1923, los muralistas crearon el Sindicato de Artistas Revolucionarios y escribieron su propio Manifiesto, que dirigió sus ideas a los campesinos, a los obreros, a los soldados de la revolución, a los intelectuales no comprometidos con la burguesía. Consideró inútil el arte de caballete y se planteó un arte monumental para llegar a las masas. Aquellos hombres no volvieron a actuar como grupo cohesionado, aunque todos siguieron los principios del documento según sus propias interpretaciones. 
Entre diversos artistas, los muralistas de mayor renombre fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Su forma de expresarse la conocieron en el mundo como “la escuela mexicana de pintura” (Manrique, 2000: 951), ni antes, ni después algún movimiento artístico originario de estas tierras obtuvo tan enorme éxito, el cual se mantuvo vigente durante poco más de tres décadas. Los europeos y los norteamericanos de la cultura quedaron sorprendidos, en América Latina muchos siguieron su ejemplo al expresarse para las masas. 
El muralismo basó su ideología en el nacionalismo, con elementos izquierdistas de la tradición marxista. En su concepción, en primer lugar estuvo el pueblo de abajo: los obreros y los campesinos, los cuales conformaron lo mexicano, al igual que lo latinoamericano y en ocasiones se observó la explotación de toda la humanidad por la burguesía. La historia resultó ampliamente utilizada, fue una gran vía para expresar el sufrimiento de las masas y su redención en momentos heroicos, la Revolución Mexicana resultó el tema más utilizado, en buena medida porque, aquellos artistas la sintieron próxima y pensaron que era un momento fundacional para la cultura y el pueblo de estas tierras. 
El mural, “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” pintado por Diego Rivera, muestra en una escena tradicional de la ciudad de México y un recorrido histórico de 400 años desde la conquista hasta la revolución, el cual se puede leer visualmente de izquierda a derecha. Cada detalle exaltó la memoria colectiva.        




Mural: “Sueño de una tarde dominical por la Alameda Central” (1947) de Diego Rivera, localizado en el Museo Mural Diego Rivera. 


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