El corrido revolucionario.

En la época de la Revolución Mexicana, los vals porfiristas continuaron sonando en las casas y salones, mientras que la música tradicional hacía lo propio en cada región. Por su parte, el corrido logró colocarse como el género más importante de aquellos años, casi todos los estados de la república generaron los propios y prácticamente se escuchaban en todas partes. Es de hacer notar, el corrido como género no surgió en la revolución, aunque su máximo momento de popularidad sucedió sin duda durante ésta. 
Los corridos llegaban a las ciudades en hojas sueltas de múltiples colores o a través de cantantes anónimos. Resultaba excelente como medio de comunicación de masas. Los soldados anónimos de la revolución fueron sus autores por excelencia, cantaban para animar a las tropas que los acompañaban o simplemente disfrutar el tiempo de descanso, recordar las gestas heroicas que ellos mismo vivieron, otros eran escritos por autores reconocidos que simpatizaban por una u otro causa. En las zonas donde se llegaron a mover los ejércitos constitucionalistas se le nombraba como “corrido norteño”, en las regiones zapatistas donde operó el Ejercito Libertador del Sur tuvo el nombre de “bola sureña” (Moreno, 1989: 30-31).  
Por tratarse de un género de inspiración popular, el corrido se improvisó en casi todos los casos. La mayoría contuvo una serie de partes: una referencia introductoria, la escena que contiene el lugar, la fecha y personajes principales, el cuerpo con los detalles de la narración, despedida del personaje principal.  La guitarra acompañó tradicionalmente, aunque también se podían usar violines, jaranas jarochas o lo que se tuviera a la mano para darle ritmo a la prosa.

Hombres como Venustiano Carranza, Álvaro Obregon, Pancho Villa, Emiliano Zapata, Francisco I. Madero pasaron a tener sus propios corridos, ellos estuvieron en la imaginación de la mayoría de los mexicanos, en buena medida gracias a los corridos. Las batallas también estuvieron retratadas, por ejemplo, “La toma de Zacatecas” narró el heroísmo de la División del Norte villista y como resultaron derrotados los federales de Huerta. También llegó a explicarnos los problemas cotidianos de los habitantes de las ciudades, esto se escuchó muy bien en “Vida y Muerte de la cucaracha”: «La gente se muere de hambre / porque de comer no encuentra, / y flaca como un alambre / sale de su casa y entra». Todas estas letras, nos otorgan una muy buena versión de lo acontecido durante la Revolución Mexicana.

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