El cine documental de la Revolución



Los primeros trabajos cinematográficas en México corresponden al porfiriato, sin embargo, la Revolución colocó a las filmaciones en un lugar estelar. Las carpas de cine resultaban comunes, eran un buen lugar para enterarse de los últimos acontecimientos revolucionarios. Se trataba de proyecciones sin sonido, para facilitar la comprensión del argumento se utilizaba el llamado “gritón”, el cual explicaba las diferentes escenas por ver. El cine de aquel momento se basó en la elaboración de documentales con los verdaderos actores del drama revolucionario y sus esenarios, algunas de estas filmaciones duraban más de 3 horas, por lo cual la exhibición era normalmente en varias partes.  
La toma de Ciudad Juárez por los maderistas y la posterior firma de la paz con los derrotados porfiristas resultó exhibida en poco tiempo en la ciudad de México, el principal general maderista de aquel momento, Pascual Orozco, resultó enaltecido por la película, como un héroe sin igual (De los Reyes, 1987: 43). Al llegar al poder, Francisco I. Madero permitió la libre exhibición de las películas, a pesar de que muchas mostraban los levantamientos contrarios a su régimen, prefirió mantener la libertad de expresión, que funcionó como pilar fundamental para la democracia que intento instaurar, sin éxito.
La Decena Trágica resultó un buen momento para la filmación de películas en la ciudad de México. Para los capitalinos, esto fue un ejercicio de comprensión de los hechos que acababan de vivir en carne propia, las otras urbes importantes del país, tuvieron experiencias fílmicas semejantes cuando la violencia las alcanzaba. Al poco tiempo, el régimen de Victoriano Huerta prohibió la exhibición de las filmaciones que le resultaban desfavorables, comprendieron bien los peligros de las exhibiciones y la formación de la opinión pública. El cine se prestó a los intereses del gobierno federal en las comunidades controladas por él, mientras los grupos revolucionarios hacían lo propio en sus zonas de influencia, era más fácil la exhibición de temas cómicos, sin intencionalidad política o facciosa de apoyo a algún grupo.

Salvador Toscano realizó La Decena Trágica en México o Revolución felicista o La caída del gobierno de Madero a manera de homenaje a los caídos, el presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez. El cinematografista sufrió represalias por parte del gobierno de Huerta. Fotograma de Memorias de un mexicano. (Sánchez, 2010: 136).

No sólo existieron camarógrafos mexicanos filmaron a los ejércitos revolucionarios, también existieron norteamericanos, los cuales preparaban documentales para el público de su país o el europeo. Varios grupos revolucionarios resultaron captados por las cámaras extranjeras, aunque el caso más importante resulto ser el de Pancho Villa, el cual durante un tiempo estuvo acompañado por un equipo de filmación norteamericano, su fama como revolucionario creció descomunalmente. Después de la invasión villista a Columbus en Estados Unidos, el cine fue el encargado de satanizar al llamado “Centauro del Norte” del otro lado del río Bravo.

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