La glásnost soviética

por Alef Pérez

A principios de los años ochenta del siglo XX, el Partido Comunista (PC) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) dominó el escenario político y dictó directriz en los social y lo económico. En buena medida, tal institución política y la burocracia resultaron un mismo organismo. El cual ejerció un centralismo, que se volvió torpe y lento. 

En 1985, Mijaíl Gorbachov llegó a la sima del poder en la URSS. Consideró a la acción gubernamental como atrapada en el pasado, llegó a tal idea al observar el aparente dinamismo de las democracias occidentales. En respuesta, buscó cuadros reformistas para ocupar los principales cargos y comenzó una transformación profunda. 

En 1986, el accidente en la planta nuclear de Chernóbil significó una catástrofe ambiental. En un principio, los mandos locales buscaron ocultar el acontecimiento. No obstante, las autoridades centrales soviéticas permitieron a la prensa dar seguimiento a la tragedia (Matos, 2017: 264). Tal política fue conocida como glásnost. Lo que significó un cambio relevante en el uso de la información para la sociedad soviética, de la versión oficial a la transparencia. 

Tras Chernóbil, los soviéticos comenzaron a escuchar noticias ocultas tiempo antes por los medios de comunicación masiva. Estos difundieron problemas sociales como la drogadicción. En las letras, libros y autores prohibidos comenzaron a ser publicados, distribuidos y comprados. El régimen llegó a reconocer atrocidades del pasado. Al permear, la libertad de expresión resultó palpable. 

La glásnost comenzó la transformación de la vida política, en 1988, la democratización profundizó los cambios al mismo sistema. En concreto, las elecciones mostraron cierta competencia, mientras el PC tuvo que ceder espacio a nuevas organizaciones. En las zonas más occidentales, la medida llevó al poder a grupos de nacionalidades internas de la unión soviética como ucranianos y lituanos, esto significó la creación de importantes conflictos con las autoridades centrales, aunque el mayor desafío llegó de la parte rusa, que consideró a las otras repúblicas como parásitos por los constantes subsidios y en parte tuvo razón. 

En buena medida, la democratización resultó demasiado rápida para los órganos políticos soviéticos y terminó por erosionar a las mismas instituciones en todos los niveles. Los reformistas encontraron una creciente oposición de políticos conservadores, que buscaron recuperar el viejo modelo del socialismo soviético. Por su parte, Gorbachov quedó atrapado entre los dos grupos y perdió autoridad.

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