La agricultura del Porfiriato

por Alef Pérez

En el periodo Porfirista, la desamortización de las tierras corporativas virreinales resultó algo consumado. Primero, los eclesiásticos quedaron en manos privadas en su gran mayoría. Segundo, las de los indígenas estuvieron algunas en posesión de sus viejos propietarios, aunque de forma individual, vivieron diversos conflictos internos y con foráneos. En un agravante más, los terratenientes despojaron sin remordimiento en caso de tratarse de zonas rentables para ellos. 

Frente sectores dinámicos, los tradicionales como el maíz y el frijol comenzaron a perder terreno (Kuntz, 2010: 330), disminuyeron su importancia al igual que la autosubsistencia como forma de los cultivos en las comunidades indígenas. En algunos momentos y regiones, los productos de consumo básico sufrieron de escases y, por lo tanto, la carestía alcanzó a amplios sectores de la población. En buena medida, la transición a una agricultura comercial dejó su huella de sufrimiento en las comunidades campesinas. 

Mientras el maíz disminuyó su importancia, otros productos aumentaron su rentabilidad, por ejemplo, el trigo amplió sus tierras y comenzó a ser un producto de relevancia a nivel nacional. En buena medida, la agricultura destinada al mercado interno creció en términos anuales 8.1%. Las ciudades fueron las beneficiadas del cambio en el uso del suelo a un campo enfocado a la comercialización de los productos. Sin olvidar, el algodón, la caña de azúcar y el tabaco fueron materias primas para industrias pujantes.  

Al considerar los productos destinados al exterior, amplias tierras comenzaron a ampliar su cultivo, principalmente el henequén y el café. Tales cambios generaron un importante crecimiento económico. Los mercados norteamericanos y europeos mostraron un constante apetito por los productos agrícolas mexicanos, los cuales llegaron a alimentar a la industria o directamente a los ciudadanos de aquellas naciones. 

En cuanto a su progreso material, el campo necesitó fuertes inversiones para consolidar a las haciendas como sistema productivo. En buena medida, capitales externos llegaron sin dificultad, por ejemplo, el café fue capitalizado en buena medida por alemanes. Mientras del interior de país comenzaron a fluir recursos a la agricultura. El desarraigo campesino terminó siendo la norma, esto generó mercados de mano de obra en algunas regiones, especialmente las norteñas. Así, los terratenientes lograron obtener la fuerza de trabajo para dinamizar sus zonas de cultivo. 

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