El charrismo. Control del sindicalismo mexicano

Desde los años treinta del siglo XX, la Confederación de Trabajadores de México (CTM) era el elemento más importante del corporativismo mexicano, encabezada en un principio por Lombardo Toledano, quien en 1947 fue sustituido por Fidel Velázquez, el cual estuvo hasta su muerte en el cargo en 1997, en todo ese tiempo la democracia no logró penetrar en aquel sindicalismo. Adicionalmente, la organización era el sector obrero del Partido Oficial (Revolucionario Institucional, PRI), por lo cual el peso político de la cúpula cetemista estuvo garantizado. 

En particular, en la historia de la sumisión de los obreros mexicanos al régimen presidencialista resultó simbólico el caso del Sindicato Minero-Metalúrgico. En 1950, tal organización logró constituir una dirigencia democrática, que escuchó las necesidades de los agremiados. El presidente, Alemán Valdez, consideró un agravio lo acontecido, en respuesta, colocó en la dirigencia sindical a un incondicional, Jesús Carrasco V., también conocido como “El Charro” (Garmendia, 1988: 144-145). Este apodo le dio nombre al “charrismo”, que pasó a ser la forma normal de subordinación de las organizaciones obreras, en la cual, el dirigente mostró total lealtad a los intereses del poder ejecutivo nacional, antes que a los agremiados o a la empresa. Esta forma de manejarse las cosas no comenzó en 1950, sólo se dio el nombre.

Para el sistema, la cúpula sindical resultó fundamental en el corporativismo al ser el vínculo necesario para el control de las bases, que estuvieron obligadas a apoyar al régimen y, sólo con el consentimiento del gobierno, al patrón. Las dirigencias sindicales desviaron fácilmente los recursos de la misma organización, esto era un elemento de la corrupción en contra de los obreros. 

El trato a los obreros pasó constantemente de la mano dura al paternalismo consentidor, tal cambio de postura dependió de lo complicado de la situación para el régimen y de la personalidad del presidente en turno. Por ejemplo, López Mateos mostró los dos rostros de la moneda, con más claridad que cualquier otro presidente. En 1959, reprimió con fuerza al movimiento ferrocarrilero, no estuvo dispuesto a soportar los desafíos a su autoridad. En contraposición, en 1961, otorgó a los trabajadores el derecho de participar en una parte de las ganancias de los empresarios, esto representó una conquista laboral muy importante, que enojó a los empresarios, quienes no pudieron impedir la nueva política.   

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