1929: la lucha por la autonomía universitaria


En los años veinte, la Universidad Nacional resultaba ser una institución frágil, que apenas logró sobrevivir a las convulsiones de los años más turbulentos de la Revolución Mexicana. En consecuencia, las autoridades de educación superior buscaban actuar de la forma más prudente posible frente los diversos gobiernos de la época, sin embargo, los estudiantes o al menos un número significativo de los mismos no estaban dispuestos a esperar, por el contrario, buscaban transformar su institución educativa.  
Por su inquietud, los estudiantes crearon diversas organizaciones para poder discutir sus ideas sobre la educación superior y las problemáticas del país en general, entre ellas se puede mencionar la Federación Estudiantil Mexicana y Confederación Nacional de Estudiantes. Tales organizaciones mantenían una constante organización y discusión interna, lo cual llegaba a expresarse en asambleas en los recintos universitarios.
En medio de crecientes tenciones entre el régimen y los estudiantes, la huelga estalló el 9 de mayo de 1929. Entre las principales demandas estuvo detener la represión en contra de los estudiantes movilizados. Al poco tiempo del estallido, la autonomía en gestión presupuestal y de manejo de contenidos académicos comenzó a surgir como una de las proclamas, que pasó a ser la más importante, junto una apertura democrática de las diversas instancias universitarias, así como la creación de órganos representativos.
Frente una propuesta gubernamental de una autonomía sesgada, los estudiantes respondieron en el documento Objeciones hechas al Presidente de la República por el Directorio de la Huelga Estudiantil, con respecto a la Ley de Autonomía Universitaria. En él se daba a entender la poca comprensión del régimen de Emilio Portes Gil sobre la importancia de la educación superior para el progreso nacional, mientras se enarbolaban propuestas para mejorar la educación superior.   
El 10 de julio de 1929, la Universidad obtuvo la autonomía, aunque no como se esperaba. La misma resultaba ser un golpe a la comunidad, al considerar necesario dejar de dotar de recursos financieros a la institución para dejarla en manos privadas (Torres, 2007: 355), es de mencionarse, consideraron a la educación superior como algo de un grupo de privilegiados. Para el 12 de julio, los estudiantes levantaban la huelga y comprendieron que sería larga la lucha para alcanzar una autonomía real y mantener el carácter público de la institución.     


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