La presidencia de Porfirio Díaz.


En la presidencia, Porfirio Díaz no favoreció a su familia dentro de los círculos políticos. Varios se vieron frustrados en espera del apoyo del régimen para alcanzar alguna candidatura o la victoria de la misma, por ejemplo, le paso a Ignacio de la Torre y Mier, quien perdió la elección por la gubernatura del Estado de México. Como excepción, entre 1884 y, su muerte, en 1895, Manuel Romero Rubio, su suegro, ocupó la secretaría de Gobernación, sin embargo, desde antes de la alianza matrimonial destacaba en la vida política nacional, lo cual convirtió el puesto en un elemento fundamental de la alianza política entre los dos hombres y sus grupos.  
            Tras los primeros años donde la negociación política resultó fundamental para asimilar a los diversos grupos enfrentados de la élite, el régimen mostró otro rostro, el que se resume en “poca política, mucha administración”. En consecuencia, las principales decisiones sobre el país recaían en el presidente de la república y en sus más cercanos colaboradores. Instituciones como el Poder Legislativo sólo aprobaban las iniciativas del Ejecutivo, el debate prácticamente no existía. En buena medida, los diversos grupos de interés estuvieron de acuerdo con la nueva situación, al ser una buena forma para pacificar el país, lo cual resultaba necesario después de tantas décadas de conflictos y de estancamiento económico.
            Al darse un sistema donde la política resultó relegada y la administración se convirtió en prioridad, la libertad de expresión sufrió. Desde los círculos del poder, se consideró algo innecesario, en especial sí se comparaba con los logros de la pacificación (González, 2000: 666). Así, la intolerancia a la crítica creció, en consecuencia, quien deseaba dar una opinión en contra del régimen debía actuar en la clandestinidad, que es el lugar propicio para la radicalización.
A falta de medios para crear relevos generacionales, los hombres que llegaron al poder comenzando el porfiriato y en los primeros años del régimen envejecieron al correr de las décadas, junto con los instrumentos que utilizaban para gobernar. El mismo Porfirio Díaz pasaba a ser victima de su éxito, en sus últimos años en el poder es posible hablar de un viejito sentimental. Los más jóvenes como la generación de los científicos tenían muy pocos puestos. La gerontocracia, el poder en manos de los ancianos, resultó lenta e incapaz de responder a los vertiginosos cambios de inicios del siglo XX. 

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