En el siglo
XIX mexicano, los conservadores mantuvieron la unidad ideológica, sus
diferencias no llegaron a provocar una ruptura en términos programáticos.
Históricamente fueron reconocidos bajo diferentes nombres: escoceses,
centralistas y, finalmente, conservadores. Existieron varios intelectuales en
el grupo, aunque todos fueron opacados por el peso de Lucas Alamán, a su
muerte, los conservadores se quedaron sin fuerza en las ideas capaz de
enfrentar los planteamientos de la segunda generación de liberales encabezada
por Benito Juárez.
Los conservadores no buscaban la reintegración a la corona española, más
bien que un príncipe español o, mínimo, uno europeo llegará a gobernar. Esto
resultaba indispensable para ellos, consideraban que un monarca resultaría ser
el elemento de unión necesario para llevar la paz y el desarrollo a México. A
falta del anhelado príncipe, buscaron crear una república centralista. La cual,
desde su planteamiento ideológico, funcionaría para detener las desviaciones de
los hombres entre las provincias y evitar el caos, que consideraban provocado
por los liberales, ninguno de los propósitos se logró.
A los conservadores no les importó el destino de los pueblos indígenas y
sus tierras colectivas, aunque como eran una vieja corporación colonial la
mantuvieron. Por su parte, se apoyaron en el ejército y en la Iglesia, las
otras dos corporaciones de importancia. Consideraron que los privilegios de los
militares se debían mantener, eran un elemento clave de fuerza para apoyar las
tradiciones, a pesar de esto, los golpes de Estado por militares resultaron ser
comunes en contra de los gobiernos conservadores. A falta de un rey, plantearon
a la Iglesia católica como principal baluarte de la vigencia de los valores del
pasado, aunque en la práctica no intentaron restablecer su viejo poderío.
Los conservadores mantuvieron una serie de vínculos con el pasado.
Consideraban a la colonia como un modelo histórico a imitar, el esplendor que
le atribuían a la Nueva España causaba esa necesidad del reencuentro con
aquellos años para el México independiente. Odiaban el movimiento popular de
Hidalgo, lo consideraban el comienzo de los problemas de las décadas
posteriores. Admiraban el imperio de Agustín I de Iturbide como el momento de
consumación de la Independencia y de conservación de los valores
tradicionales.
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