Los mares y puertos de la Nueva España.


La Nueva España estaba en medio de los océanos Pacífico y Atlántico, sus transacciones comerciales dependían principalmente del segundo, por ser su vinculo con España, centro de poder del imperio al que pertenecía.
En el Atlántico, el comercio marítimo encontró la entrada a la colonia en el puerto de Veracruz. Llegar al mismo resultaba complicado para los marineros, ni los vientos, ni las corrientes favorecían el arribo de los barcos, su ventaja siempre estuvo en ser la mejor ruta para llegar a la Ciudad de México tras desembarcar. El imperio español comprendía la importancia del puerto, por lo cual lo dotó de una muralla y del fuerte de San Juan de Ulúa, para defenderlo de agresiones.
            Al igual que el oro peruano, la plata novohispana llegaba a España a través del puerto de Sevilla –a  finales del periodo colonial fue utilizado Cádiz–, de ahí partía la flota, que estaba integrada por barcos mercantes y buques de guerra. La misma surcaba el Atlántico una vez al año, aunque en algunos periodos el viaje se realizaba cada dos o tres años. Siempre llegaba a La Habana y se distribuía para obtener los productos de las diversas regiones del imperio en América (Elliott, 2002: 58). Una parte se movía a Veracruz. En buena medida, la flota funcionaba como protección frente las agresiones de la piratería.
            A los puertos atlánticos novohispanos llegaban una serie de productos procedentes de Europa, la mayoría españoles, y salía la plata. El centro oficial de los intercambios era el puerto de Veracruz, sin embargo, es difícil calcular la dimensión del comercio ilegal al mismo y a otros puntos de la costa del Golfo de México y de la península de Yucatán. 
            En el ámbito interoceánico, Sevilla no sólo funcionaba como punto de contacto con las colonias americanas, sus lazos llegaban hasta Manila, las actuales Filipinas, rincón más apartado del imperio. Para llegar hasta aquel lejano rincón, debían arribar a Veracruz, subir a la Ciudad de México para bajar al puerto de Acapulco en el Océano Pacífico, de ahí nuevamente zarpar, en el llamado “Nao de China”. Llegaban a través de ella exóticos productos del Lejano Oriente, algunos se quedaban en las tierras novohispanas. Es de mencionar, por momentos de la época colonial, esta ruta comercial resultó suspendida.
Vista rumbo la apertura al mar de la Bahía de Zihuatanejo. Fotografía de julio del 2019, que fue enclave de un puerto novohispano desarrollado durante el siglo XVI.

Vista rumbo la apertura al mar de la Bahía de Zihuatanejo, que fue enclave de un puerto novohispano desarrollado durante el siglo XVI. Fotografía de julio del 2019. 

            En el puerto de Huatulco intentaron crear una ruta comercial con el virreinato del Perú, la cual resultó prohibida por las autoridades, que consideraban su existencia contraria a los intereses de la corona y su política mercantilista. Así, España reafirmaba su preponderancia como eje articulador del imperio y se trataba de evitar la creación de grupos de comerciantes alejados de la influencia sevillana. Por su parte, desde el puerto de Navidad zarparon diversas expediciones rumbo el norte, a los lejanos territorios californianos, básicamente se embarcaban expedicionarios, aventureros, misioneros y colonos.


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