En
1920, el sistema monetario resultaba muy complicado. La mayor parte del
circulante eran monedas de oro y plata, mientras que aún estaban presentes los
viejos billetes de los bancos privados del porfiriato. Las acuñaciones de los
metales preciosos obtenían el valor de su mismo material, mientras que los
billetes de la autoridad que los respaldaba. Los pesos oro resultaba una buena
moneda de cambio para el comercio internacional, ya que en los años veinte, las
naciones más importantes del mundo regresaron al Patrón Oro después de
abandonarlo temporalmente por los problemas monetarios de la Primera Guerra
Mundial. El peso plata funcionó como el
circulante más importante en el país, esto se debía a lo escaso del oro,
mientras que la plata estaba en todas partes, los billetes de circulación no
obligatoria resultaban un elemento muy complicado, ya que el gobierno les había
quitado a los bancos privados la posibilidad de emitirlos, pero continuaban en
circulación los del Nacional de México y de Londres y México a pesar de lo
deterioradas que se encontraban las dos instituciones.
En
1925, el gobierno callista tenía recursos, que estaban comprometidos en el pago
de la deuda externa, sin embargo, en un acto de soberanía, cambiaron su destino
para convertirlos en la reserva monetaria del Banco de México. Sus billetes
remplazaron los emitidos por los bancos privados del porfiriato, sin embargo,
su aceptación resultó limitada y no eran de circulación forzosa. Para
colocarlos en el mercado, estos billetes se usaban en el pago de la mayor parte
de sus salarios de la burocracia y eran recibidos en las arcas gubernamentales
como impuestos.
El
equilibrio entre los pesos oro, plata y los billetes del Banco de México
resultó imposible mantener al estallar la Gran Depresión de principios de los
años treinta. El oro tuvo un fuerte incremento, al ser acaparado masivamente
por Estados Unidos y Francia principalmente, al poco tiempo quebró el Patrón
Oro y con él su valor como moneda de cambio (Cárdenas, 1994: 31). La plata primero
se devaluó y con la caída del oro creció su valor. Temporalmente, los billetes
del Banco de México dejaron de ser aceptados como moneda de cambio, nadie le
daba un valor nominal a los mismos. La solución temporal fue convertir al peso
plata en el único circulante oficial en la república.
El
peso plata resultó ser una buena solución al interior del país, aunque en el resto
del mundo se estaba abandonando cualquier forma de metalismo como sistema
monetario. En consecuencia, el cardenismo dotó al Banco de México del monopolio
de emisión de dinero fiduciario, que sería desde ese momento de circulación
forzosa, la medida funcionó, el gobierno logró obtener fuertes recursos al
dotar de un medio de pago, con el tiempo, todo el territorio nacional reconoció
el su valor.
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