La novela de la revolución.

La novela de la revolución nace en 1915 con Los de abajo de Mariano Azuela, sin embargo, la mayor producción y la posibilidad de llamarla un género literario fuerte se da a partir de los años veinte. Los escritores encontraron una serie de problemas en su camino: la falta de una fuerte clase media letrada capaz de generar un mercado de masas de lectores, las complicaciones para publicar y distribuir sus textos, la casi inexistente influencia. A pesar de las dificultades de vender sus escritos, se convirtieron en clásicos.
La novela de la revolución colocó en un punto medular al dialogo argumentado, sincero y despiadado de la ruda realidad. Existió un importante acercamiento al periodismo, el cual le otorgó un cierto realismo. La narración resulta muy lineal, aunque de una increíble calidad, donde las masas pasan a ser protagonistas. Son recuperadas formas de hablar de muchas regiones, las cuales se incorporan a una forma de pensar general de lo mexicano. Pasaron a conformar en un elemento de integración nacional, al plantear cuestiones culturales comprensibles para la mayoría de la sociedad a pesar de las diferencias.
Los temas de la novela de la revolución tocaron las cuestiones más importantes entre el maderismo y el alemanismo: las batallas revolucionarias, el fervor religioso de la guerra cristera, la corrupción política, la expropiación petrolera (Monsiváis, 2000: 1006). Muestra con pasión la irrupción de los ideales revolucionarios, aunque se desilusiona por la traición posterior de los mismos. Son observadas con detenimiento las relaciones de dominador con el dominado. El pueblo provoca sentimientos encontrados, al quererse escapar de él, mientras que al mismo tiempo se desea reivindicarlo.

Una de las novelas más importantes es La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán. Lo impulsó a escribir el texto el asesinato de los generales Serrano y Gómez en manos de las intrigas políticas de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles contra quienes conspiraban. Publicó el libro en el exilio madrileño en 1929 y llegó editarse en México hasta 1938. Como nos menciona en su texto: “Cada dos años, cada tres, cada cuatro […] se impone el sacrificio de descabezar a dos o tres docenas de traidores para que la continuidad revolucionaria no se interrumpa”, lo cual muestra la cruda realidad política de los regímenes de la revolución.

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